martes, 14 de julio de 2015

A excepción de encargos comerciales basados en reportajes de eventos o fotografías para publicidad y catálogos, creo que soy incapaz de dejar mis imágenes sólo editadas a efectos de curvas de nivel, brillo y contraste. 

Ya desde que comencé a trabajar con mis fotografías en el laboratorio, el blanco y negro no me permitía mucho movimiento tonal, pero sí recuerdo cómo me gustaba jugar llevando las instantáneas al extremo. Creando como quien hace montajes en Photoshop, sobre exponiendo para abstraer los negros sobre el blanco o utilizando dobles exposiciones con la copiadora.

Algo dentro de mí me impide ver las fotografías tal y cómo representa la realidad nuestro ojo. Pero, ¿hasta qué punto debemos justificar nuestro editado? Hace unas semanas hice una entrevista a un joven fotógrafo cuyos tonos de sus fotografías hacían preguntarme porqué había elegido ese editado para su trabajo. No quiso responderme. Aquello me hizo reflexionar.



Actualmente basta con echar un vistazo a Instagram, para darnos cuenta del tipo de editado que roba corazones cada día. Y en muchos de los casos no han usado los filtros de dicha app, sino que esas imágenes han sido retocadas en Lightroom a través de presets determinados. Sobre todo podemos verlo a través de estampas de Manhattan, de gente tatuada y de cafés por la tarde sobre mesas de madera donde dejan ver sus cuadernos y sus cámaras vintage.

Con la fotografía de bodas ocurre lo mismo, esa tendencia que van marcando los gurus o influencers, que después es imitada por todos (me incluyo), aquella que comenzó con tonos muy lavaditos para haberse convertido en una oda al color naranja del atardecer en los últimos tiempos.

En mi caso, utilizar algunos presets en Lightroom y Photoshop adaptándolos a mi antojo, me permitió poco a poco ir configurando un catálogo de imágenes de inspiración pictórica. Siempre se me dio mejor el dibujo que la pintura, de ahí que la fotografía me haya permitido rellenar ese hueco de frustración a través del editado posterior.

Cada fotógrafo hemos creado nuestro propio flujo de trabajo, el ojo, la mirada como siempre digo, es sin duda una marca personal, pero el editado es el que termina por cerrar la fotografía, haciendo que los demás reconozcan nuestras imágenes con sólo mirarlas.






0 comentarios:

Publicar un comentario

Popular Posts

Con la tecnología de Blogger.

Translate

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

http://www.ayudadeblogger.com/