El fotógrafo siempre tiene ideas en la cabeza, piensa en lugares que le gustaría fotografiar y no cesa en su búsqueda por intentarlo. Cuando llegué a Sirmione una fría mañana de febrero, estaba nublado. Maldecí por no poder ver el lago en todo su esplendor pero, a medida que empecé a recorrer la orilla bañada por la niebla, pensé que podía hacer esas fotos que siempre había soñado. No pensé ni en soledad, ni en cómo la gente me ve reflejada en mis fotos. Sólo pensaba en lo estético del asunto. En cómo quedaría ese árbol impreso en grande en el salón de mi casa. Después enseñé la serie, en varios sitios de internet. Todos los comentarios ven soledad y melancolía en ellas. Es cierto que aquel lugar era un remanso de paz pero quizá mi recuerdo no me deja verlo en soledad. Sin embargo, la fotografía sí lo muestra y el espectador que nunca estuvo allí en ese instante, lo ve descontextualizado y es por ello que le transmite emociones de soledad. No me digais que la fotografía no es maravillosa, una imágen congelada, un instante detenido en el tiempo. Una experiencia para quién la está viendo por primera vez. Sin making off. Puro, limpio, despojado de cualquier elemento que mate la magia. Ains.....
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