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viernes, 20 de mayo de 2011

lunes, 16 de mayo de 2011


Origen porque ayer vi la película y me fascinó. Origen porque estas fotos reveladas como antaño están hechas en un fotomatón retro de Viena. Origen porque dentro de poco volveré al punto de partida.

jueves, 12 de mayo de 2011

Savannah

Philadelphia

En autocar hacia Nueva York

The Jane Hotel, NY.

Ameciendo desde la ventanilla del avión ya en Frankfurt.


Savannah, Georgia. Última ciudad por descubrir antes de nuestra vuelta a Philadelphia. Cuando me interesé por esta ciudad buscando fotos en google, me atrajo porque la veía diferente al resto de ciudades americanas. Y vaya si lo era. Sin embargo me topé con una ciudad distinta a lo que tenía en mente, lejos de desagradarme, me gustó aún más. Quizá influyó el que ese día hubiese fiesta, las calles estaban llenas de vida. Sólo pudimos disfrutarla de noche, recuerdo que hacía calor, fuegos artificiales y jóvenes haciendo un baile en la plaza de manera espontánea. Era una ciudad alegre. La zona del puerto tenía ese sabor de ciudad escocesa, era como pasear por Edimburgo en una cálida noche de verano. Tomamos ostras y probamos la cerveza local. Y con las mismas a la mañana siguiente nos despedimos del calor de la costa este americana para proseguir nuestro largo viaje.

Se trataba, como en nuestro primer día, de hacer kms. y kms. hasta el final, hasta que nuestro cuerpo no pudiese más. Pero nos lo tomamos con calma. Paramos en un outlet a la altura de North Carolina -ya no había tornados pero recuerdo haber visto trozos de piscinas prefabricadas desperdigados por el campo, ¿habrían salido volando? daba miedo sólo pensarlo-. Anocheciendo llegamos a Richmond para toparnos con un nuevo atasco y ya no paró hasta Washington. Relámpagos a lo lejos y muchísima lluvia acompañándonos en este último tramo. Fue emocionante, pero no se lo deseo a nadie. Casi las once de la noche, no nos decidíamos por ningún hotel y seguíamos y seguíamos estando cada vez más cerca de Philadelphia. Juro que me veía durmiendo en la calle esa noche. Pasamos hasta dos peajes y empezamos a ir parando en distintos hoteles, preguntando precios. Aquello fue toda una experiencia, a cual más caro y situación más extraña. Primer hotel, no recuerdo la cadena hotelera, sólo que salió la recepcionista a atenderme y me dijo un precio muy elevado, le contesté que iba a comentarlo a mi acompañante, supongo que todavía me estará esperando porque salimos pitando. Segundo hotel. Recepcionista medio dormido, conversación surrealista, muy caro, volvemos a irnos pitando. Tercer hotel, puerta delantera cerrada, afuera un mendigo durmiendo en un banco ¡pero si estaba en medio de la nada! ¿qué hacía ese hombre allí? Total, el recepcionista me indica que vaya por detrás, un hindi simpático pero no me convenció el precio. Seguimos buscando. La situación empezaba a ser desesperada. Pero íbamos a dormir muy poco y pagar un pastón por un hotel de carretera no era un plan que nos hiciese mucha gracia. Último hotel al lado de un aeropuerto, este sí lo recuerdo, era un Quality Inn, pensamos: tendrá buen precio. Todo lo contrario, el más caro de todos. Para colmo el recepcionista ya me estaba pidiendo la documentación y la tarjeta de crédito sin haberme dicho el precio. Salí por patas de allí. Encima nos habíamos metido por una carretera extraña para llegar a ese hotel, era complicado salir. En algún punto del tour nocturno hasta nos topamos con un ciervo, estaba asustado aunque no sé si nosotros aún más, despacio para que no se avalanzase, conseguimos evitarlo. Al final, una confusión a la hora de salir a la autopista nos llevó hasta un Motel 6. Verlo a lo lejos fue como ¡lo tenemos! Y así fue. Justo el precio que buscábamos, una cama para descansar y una ducha. Nada más. Era el típico motel de las películas, viejo y decadente, pero no importaba.

Dormimos bien aquella noche, no teníamos que madrugar, a menos de 60 kms de Philadelphia, estábamos dejando el coche a las once de la mañana. Nos quedaban aún unas horas para conocer sus calles. La ciudad se ve en un día, medio para visitar los puntos principales y otro medio para visitar el museo de arte donde se encuentra una de las obras más importantes de Marcel Duchamp. A esto último no nos dio tiempo, pero sé que volveré para verlo algún día. Lo cierto es que es una ciudad muy agradable, con espacios verdes, un casco histórico pequeño y un city hall impresionante, de verás uno de los más bellos ayuntamientos que jamás había visto -y eso que en Bélgica y Alemania hay unos cuantos-. Finalizamos con la mejor hamburguesa probada en todo el viaje y cansados ya de estar con la maleta a cuestas, como teníamos un billete flexible para volver en el bus a Nueva York, decidimos marcharnos. Tuvimos suerte, porque creo que nos colamos, o no, se supone que compras un billete para un día, llegas y te pones a la cola, si entras en ese bus, estupendo, si no, te toca esperar al siguiente. Digo que nos colamos porque yo tenía marcada las 18:00 en el billete y eran las tres, pero parece ser que así es como funcionan allí.

Carretera en marcha y en bus así fue como conocimos los famosos atascos newyorkinos del tunel de Lincoln. Pero a las 18:30 estábamos de nuevo en la Gran Manzana, dispuestos a pasar nuestra última noche en América. Para la ocasión, un hotel especial, The Jane. Hotel histórico donde los haya, se compone principalmente de habitaciones que asemejan camarotes de un barco. Fue el lugar donde los supervivientes del Titanic pasaron la noche cuando llegaron a Nueva York. Un lugar donde los recepcionistas visten como auténticos botones con gorrito, donde los baños son compartidos pero dispones de albornoz y zapatillas gratuitos y donde duermes en una litera pero cada ocupante tiene su propia televisión de plasma. Lujo en espacio reducido, dificil olvidar aquello y dificil olvidar nuestro primer viaje a USA juntos y ese amanecer que nos decía "welcome to Germany again".

Bye, bye America. ¡Hasta la vista!

jueves, 5 de mayo de 2011



Cuando compramos el billete para Nueva York no teníamos claro dónde pasaríamos el resto de días tras conocer la city. Dos semanas en la Big Apple eran demasiadas para unos culos inquietos como los nuestros, por lo que empezamos a investigar las distintas rutas. Siempre habíamos soñado con cruzar el desierto de Arizona, pero ese era un viaje para el cual necesitábamos más días. Las posibilidades se acortaban. Y ¿si íbamos a Boston y Canadá? o ¿Toronto y las Cataratas del Niágara? Había ganas, pero nos costó lanzarnos. Pensamos en Washington y Philadelphia, las ciudades típicas que se conocen si viajas a NY. Llegamos a reservar un hotel en Philadelphia, y mapa en mano, reservamos un coche con la intención de conocer Atlantic City y Virginia Beach. Pero, ya que estamos en esa zona, ¿por qué no bajábamos a Miami? Y ahí empezó la locura. ¿Una semana para ir hasta Miami y volver a Philadelphia? Estábamos locos. Contaba los kms en google maps y me parecía un palizón de viaje. Pero le empezamos a dar forma. Y acabamos haciendo un triángulo en Florida. Búsqueda de hoteles siguiendo la I-95, ganas de playa y kms por delante.

El 18 de abril estábamos esperando el autobus en la estación de Nueva York, destino: Philadelphia. Hubo retraso, pero a las 12 estábamos pisando nuestra segunda ciudad en EEUU. Después del caos de una ciudad como NY, Philadelphia nos pareció un village. Ordenado, sin apenas gente, fuimos caminando a la estación de tren maleta a cuestas. Allí nos esperaba nuestro flamante compañero de ruta, un coche americano cuya marca aún no me he aprendido, grande, enorme para nosotros, pero al fin y al cabo, cómodo. Pusimos en marcha el piloto autómatico y a recorrer la I-95. Empezaba el tour.

Para ese día no teníamos hotel, la idea era cruzar lo más rápido posible el tramo de North Carolina porque el día anterior habían pasado algunos tornados y daba miedito. Aún habiendo pillado atascos a la altura de Richmond y parado varias veces a repostar, tras haber cenado, estábamos como a las 23:30 cerca de Georgia, a salvo de los tornados y buscando hotel. Fue fácil, entramos a un área de servicio, había varios donde elegir pero optamos por un Quality Inn, teníamos la experiencia de NY y nos había gustado. Hacer un road trip y parar en un motel de carretera a pasar la noche, aquello fue un sueño hecho realidad.



Y al día siguiente, vuelta a la carretera, teníamos que llegar a Daytona, no sin antes hacer parada en San Agustín, en un outlet y en su encantador pueblo. La verdad que aquello nos encantó. Estábamos ya metidos en pleno clima veraniego, se sentía el mar, la vegetación de la zona y el sabor español de las casas del siglo XVI. En el Castillo de San Marcos, la sensación era como estar en España. Para la mayoría de americanos que no han pisado Europa, aquello les puede resultar exótico, para nosotros, era una fortificación más, pero aún así, tenía su punto. Tras comer seguimos bajando hasta Daytona, célebre por albergar uno de los circuitos más importantes de la Nascar. Nos esperaba la playa, pero no pudimos bañarnos. Lo remediamos con la piscina del hotel, abierta hasta las 22h., nos alegró la noche, viendo el atardecer fue una experiencia inolvidable.

Al día siguiente despertamos con deliciosos Cannel Rolls, calentitos y para no dejar de lado la dieta americana. ;) El rumbo nos llevaba a Miami, teníamos ganas. En poco más de tres horas estábamos pisando Miami Beach. He de reconocer que es una ciudad que nunca me había llamado la atención. Me la imaginaba repleta de gente y ritmos latinos, mucha fiesta, mucha silicona y agobiante. Pero estaba equivocada. Silicona había y mucha, es increible hasta en los maniquíes de los escaparates, pero todo lo que tenía en mente se desvaneció al cruzar el puente de Miami a Miami Beach. Preciosas casas, canales, agua, todo limpio, ordenado, lleno de color. La impresión fue espectacular. Dejamos el coche en el parking, check in en el hotel y a la playa. La idea era darnos baños a la vez que conocíamos la ciudad y así lo hicimos. Con tiempo incluso para disfrutar de la final de la copa entre Madrid y Barça en un restaurante peruano. Por la noche dimos la vuelta de turno por Ocean Drive, cenamos en un japonés de Española Way y a descansar. Al día siguiente la carretera 1 nos llevaría a los Cayos.

No estaba en los planes iniciales, creíamos que bajar a los Cayos era demasiado, pero antes de nuestra llegada a América decidimos que sí bajaríamos hasta el punto más al sur de EEUU. Recomendable 100% no hay que dejar la oportunidad de cruzar los Cayos con sus puentes, rodeado de agua, viendo barcos que salen a pescar, islas solitarias, aguas cristalinas. No es el Caribe, pero se le parece. En cuanto a playas, quizá la del Sombrero sea la más apetecible, pero es un lugar hecho para tener barco, sin lugar a dudas. Nuestro hotel estaba ubicado en Marathon, justo en medio de Key West y Cayo Largo. Con dudas de si bajaríamos a Key West, al final nos animamos y fue la mejor decisión tomada en todo el viaje. Impresionante el camino hasta allí y luego el pueblo, tan distinto, tan Bahamas, tan lleno de vida, con sus casas de madera que también podrían recordar a Lousiana. Se nos hizo tarde y nos perdimos el atardecer pero no sé si aquello favoreció el lugar escogido para la cena. Teníamos un restaurante en mente, pero había cerrado, con lo que terminamos yendo a uno que a priori lo habíamos descartado. Pero la experiencia nos gustó. Por dentro era ese típico bar americano caribeño, no hay palabras para explicarlo, nunca había estado en un lugar así. Y allí fue donde probamos la famosa tarta de Lima de los Cayos. Se me saltan las lágrimas de pensarlo, :p (es broma, pero estaba de 10 no, de 20). Fin de la noche especial, en la terraza del hotel, tomando sake fresquito, en absoluto silencio. Mágico.

Y seguimos con la recta hacia el final del viaje. Tras atravesar los Everglades -sí, sí, ese parque natural con cocodrilos que sale en CSI-, tocaba la costa oeste de Florida y sus fantásticas playas. No pensé que me gustarían tanto, pero perdonadme, ya las quisiera el Levante. Aguas claras, arena fina y blanca. Nuestras elegidas: Venice Beach y Siesta Beach. A cual mejor, aunque me quedo con la primera. Fue un día de playa completo y nuestro camino terminaba en Tampa. Allí terminamos el día con un baño en su piscina exterior pero de ¡agua caliente! Y nos quedaba todavía Clearwater Beach. Lo malo, que era sábado, fiesta y estaba hasta la bandera. Pero he de reconocer que es una playa de 10. Unos cuantos baños para despedirnos y proseguimos nuestro camino a Savannah, ya en Georgia. Y eso ya fue otro cantar.... [continuará]

Visitad mis fotos en Flickr, así conoceréis más sobre dónde las tomé y curiosidades varias....

martes, 3 de mayo de 2011


Un mes más estamos inmersos en el reto de la Familia Fotera, esta vez como tema propuesto: Música. Si hubiese estado en Madrid, seguro me habría tirado como loca a por mi guitarra para hacer algo más minimalista, pero la necesidad agudiza el ingenio. Tenía claro que iba a hacer algo con una cacerola. No tenía nada fijo hasta que me vino la idea de repetirme haciendo música con la cacerola, unas copas y mi escoba como micrófono. Gracias que es sólo una foto y no podéis escuchar el "concierto", mis vecinos debieron fliparlo.

[No os creais nada de lo que escribo, apenas hice ruido alguno]

Espero os guste, aunque como siempre, haced una visita al resto de participantes, ellos sí se lo han currado.

Y para ver la foto en mejor calidad, no dejéis de pasaros por mi Flickr.

¡¡Gracias!!

Por cierto, en el post de abajo tenéis las fotos de mi visita a Nueva York.

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