Cuando compramos el billete para Nueva York no teníamos claro dónde pasaríamos el resto de días tras conocer la city. Dos semanas en la Big Apple eran demasiadas para unos culos inquietos como los nuestros, por lo que empezamos a investigar las distintas rutas. Siempre habíamos soñado con cruzar el desierto de Arizona, pero ese era un viaje para el cual necesitábamos más días. Las posibilidades se acortaban. Y ¿si íbamos a Boston y Canadá? o ¿Toronto y las Cataratas del Niágara? Había ganas, pero nos costó lanzarnos. Pensamos en Washington y Philadelphia, las ciudades típicas que se conocen si viajas a NY. Llegamos a reservar un hotel en Philadelphia, y mapa en mano, reservamos un coche con la intención de conocer Atlantic City y Virginia Beach. Pero, ya que estamos en esa zona, ¿por qué no bajábamos a Miami? Y ahí empezó la locura. ¿Una semana para ir hasta Miami y volver a Philadelphia? Estábamos locos. Contaba los kms en google maps y me parecía un palizón de viaje. Pero le empezamos a dar forma. Y acabamos haciendo un triángulo en Florida. Búsqueda de hoteles siguiendo la I-95, ganas de playa y kms por delante.
El 18 de abril estábamos esperando el autobus en la estación de Nueva York, destino: Philadelphia. Hubo retraso, pero a las 12 estábamos pisando nuestra segunda ciudad en EEUU. Después del caos de una ciudad como NY, Philadelphia nos pareció un village. Ordenado, sin apenas gente, fuimos caminando a la estación de tren maleta a cuestas. Allí nos esperaba nuestro flamante compañero de ruta, un coche americano cuya marca aún no me he aprendido, grande, enorme para nosotros, pero al fin y al cabo, cómodo. Pusimos en marcha el piloto autómatico y a recorrer la I-95. Empezaba el tour.
Para ese día no teníamos hotel, la idea era cruzar lo más rápido posible el tramo de North Carolina porque el día anterior habían pasado algunos tornados y daba miedito. Aún habiendo pillado atascos a la altura de Richmond y parado varias veces a repostar, tras haber cenado, estábamos como a las 23:30 cerca de Georgia, a salvo de los tornados y buscando hotel. Fue fácil, entramos a un área de servicio, había varios donde elegir pero optamos por un Quality Inn, teníamos la experiencia de NY y nos había gustado. Hacer un road trip y parar en un motel de carretera a pasar la noche, aquello fue un sueño hecho realidad.
Y al día siguiente, vuelta a la carretera, teníamos que llegar a Daytona, no sin antes hacer parada en San Agustín, en un outlet y en su encantador pueblo. La verdad que aquello nos encantó. Estábamos ya metidos en pleno clima veraniego, se sentía el mar, la vegetación de la zona y el sabor español de las casas del siglo XVI. En el Castillo de San Marcos, la sensación era como estar en España. Para la mayoría de americanos que no han pisado Europa, aquello les puede resultar exótico, para nosotros, era una fortificación más, pero aún así, tenía su punto. Tras comer seguimos bajando hasta Daytona, célebre por albergar uno de los circuitos más importantes de la Nascar. Nos esperaba la playa, pero no pudimos bañarnos. Lo remediamos con la piscina del hotel, abierta hasta las 22h., nos alegró la noche, viendo el atardecer fue una experiencia inolvidable.
Al día siguiente despertamos con deliciosos Cannel Rolls, calentitos y para no dejar de lado la dieta americana. ;) El rumbo nos llevaba a Miami, teníamos ganas. En poco más de tres horas estábamos pisando Miami Beach. He de reconocer que es una ciudad que nunca me había llamado la atención. Me la imaginaba repleta de gente y ritmos latinos, mucha fiesta, mucha silicona y agobiante. Pero estaba equivocada. Silicona había y mucha, es increible hasta en los maniquíes de los escaparates, pero todo lo que tenía en mente se desvaneció al cruzar el puente de Miami a Miami Beach. Preciosas casas, canales, agua, todo limpio, ordenado, lleno de color. La impresión fue espectacular. Dejamos el coche en el parking, check in en el hotel y a la playa. La idea era darnos baños a la vez que conocíamos la ciudad y así lo hicimos. Con tiempo incluso para disfrutar de la final de la copa entre Madrid y Barça en un restaurante peruano. Por la noche dimos la vuelta de turno por Ocean Drive, cenamos en un japonés de Española Way y a descansar. Al día siguiente la carretera 1 nos llevaría a los Cayos.
No estaba en los planes iniciales, creíamos que bajar a los Cayos era demasiado, pero antes de nuestra llegada a América decidimos que sí bajaríamos hasta el punto más al sur de EEUU. Recomendable 100% no hay que dejar la oportunidad de cruzar los Cayos con sus puentes, rodeado de agua, viendo barcos que salen a pescar, islas solitarias, aguas cristalinas. No es el Caribe, pero se le parece. En cuanto a playas, quizá la del Sombrero sea la más apetecible, pero es un lugar hecho para tener barco, sin lugar a dudas. Nuestro hotel estaba ubicado en Marathon, justo en medio de Key West y Cayo Largo. Con dudas de si bajaríamos a Key West, al final nos animamos y fue la mejor decisión tomada en todo el viaje. Impresionante el camino hasta allí y luego el pueblo, tan distinto, tan Bahamas, tan lleno de vida, con sus casas de madera que también podrían recordar a Lousiana. Se nos hizo tarde y nos perdimos el atardecer pero no sé si aquello favoreció el lugar escogido para la cena. Teníamos un restaurante en mente, pero había cerrado, con lo que terminamos yendo a uno que a priori lo habíamos descartado. Pero la experiencia nos gustó. Por dentro era ese típico bar americano caribeño, no hay palabras para explicarlo, nunca había estado en un lugar así. Y allí fue donde probamos la famosa tarta de Lima de los Cayos. Se me saltan las lágrimas de pensarlo, :p (es broma, pero estaba de 10 no, de 20). Fin de la noche especial, en la terraza del hotel, tomando sake fresquito, en absoluto silencio. Mágico.
Y seguimos con la recta hacia el final del viaje. Tras atravesar los Everglades -sí, sí, ese parque natural con cocodrilos que sale en CSI-, tocaba la costa oeste de Florida y sus fantásticas playas. No pensé que me gustarían tanto, pero perdonadme, ya las quisiera el Levante. Aguas claras, arena fina y blanca. Nuestras elegidas: Venice Beach y Siesta Beach. A cual mejor, aunque me quedo con la primera. Fue un día de playa completo y nuestro camino terminaba en Tampa. Allí terminamos el día con un baño en su piscina exterior pero de ¡agua caliente! Y nos quedaba todavía Clearwater Beach. Lo malo, que era sábado, fiesta y estaba hasta la bandera. Pero he de reconocer que es una playa de 10. Unos cuantos baños para despedirnos y proseguimos nuestro camino a Savannah, ya en Georgia. Y eso ya fue otro cantar.... [continuará]
Visitad mis fotos en Flickr, así conoceréis más sobre dónde las tomé y curiosidades varias....
imágenes con sello propio. Saludos
ResponderEliminarDe verdad, me estáis empezando a dar mucha envidia con los viajes a EEUU, ya tengo ganas de ir algún día. Eres la segunda persona en menos de una semana que me cuenta sus aventuras en aquel país. Las fotos muy chulas :)
ResponderEliminarMuchas gracias José Luis!!
ResponderEliminarBueno Jorge, ya llegará, yo llevaba años queriendo ir, quien la sigue la consigue, ánimo y muchas gracias!
Vaya fotazas!!!
ResponderEliminarA propósito, ya me llegaron tus fotos....
Muchas gracias!!!!
De nada, Manuel, gracias a ti !!!! :)
ResponderEliminarMe encanta la palmera y el procesado que le has dado le da un toque cálido y distinto a la foto :)
ResponderEliminarGracias, Jaume!! una curiosidad, sabía que a Florida quería darle un color especial, lo mejor fue que me compré unas gafas justo antes de entrar en el primer pueblo que paramos ya en Florida. Cuando me las había probado en la tienda no lo había notado, las guardé en su funda y me monté en coche. En la carretera a San Agustín, donde ya se veían las primeras palmeras y verdor de un clima tropical, saqué las gafas de su funda, le quité el precio, me las pusé y VOILÁ, llevaban un flitro que me hacía ver todo como en los años 60!!! Fue muy divertido y genial, estaba viendo todo tal y como luego quería ver mis fotos!!!!!
ResponderEliminarWOW!!! impresionante viaje, eso es sentir el país, viajar y parar a dormir en un motel de carretera. Que envidia sana me dais :)
ResponderEliminarUn día de estos también caerá algo así
Impresionantes fotos por cierto
Cómo se nota que has disfrutado del viaje!! jajajaja. Aunque en esta serie, el color no me parecia muy acertado, tu explicación de las gafas me parece divertida!
ResponderEliminarUn saludo!
Muchísimas gracias Julia, ya caerá, ya caerá y lo disfrutarás a tope y nosotros podremos disfrutar de tus fotos!!
ResponderEliminarAlicia, gracias por tu comentario, la verdad es que siempre vi Florida con estos colores, no me lo imagino de otro modo, de hecho me quitaba las gafas y me gustaba menos.. jeje. ¡Saludos!