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viernes, 12 de marzo de 2010



Sé que el viernes ha llegado cuando, pasando las nuevas torres de Madrid, mi mirada se posa siempre ante una luz verde que parpadea en no sé qué piso de una de ellas. Sólo me ocurre los viernes, el resto de días lo paso por alto. Inexplicable. Una señal que me avisa dándome luz verde al fin de semana. Curioso. ¿Qué habrá en esa planta? ¿Quién ocupará ese despacho? A veces pienso en cómo sería trabajar en el último piso contemplando todo Madrid. Es como imaginarse en algún rascacielos de Nueva York, teniendo ante tus ojos el Empire State Building. El mundo está lleno de sueños y, a estas horas sola en la oficina, ¿qué tiene de malo dar luz verde a mi imaginación? Soñar es gratis, no déjeis nunca de hacerlo.

domingo, 7 de marzo de 2010


Susúrrame al oído que me quieres, dime que sin mí no
eres nada. Anoche, viniste a buscarme y llenaste de
luz mi corazón. Después, azotaste mi cuerpo y me
dejaste aquí, postrado en la cama. Ahora mi vida es
sólo un espejismo de sueños, es un río que corre sin
agua por las profundidades de mi garganta seca. Las
horas pasan, pero no se alejan. Yo, ingenuo, nunca
pensé que llegaría a amarte, que enloquecería
pensando cómo abrazarte. Eres una diosa, fría como un
suspiro que se escapa en invierno, pero a la vez
cálida como un beso. Pretendo que esta vez no
escapes. Por eso, vuelve esta noche y lleva mi alma
lejos de este cuerpo sin vida a un lugar donde el
infinito sea el principio de la eternidad.

miércoles, 24 de febrero de 2010


felicidad.

(Del lat. felicĭtas, -ātis).


1. f. Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.

2. f. Satisfacción, gusto, contento. Las felicidades del mundo

3. f. Suerte feliz. Viajar con felicidad



Felicidad es levantarse cada mañana con una sonrisa. No importa que el trabajo te esté esperando a una hora de camino, no importa que ahora tengamos que esperar a los 67 años para jubilarnos, tampoco importa que pasemos 12 horas fuera de casa y que lleguemos con ganas de meternos en la cama malgastando los últimos momentos del día frente a la caja tonta. Nos hemos levantado con una sonrisa, por tanto, no importa. ¿Realmente no importa?

Le comentaban a mi madre que si no era feliz con su vida, podía cambiarla. ¿Tan fácil es cerrar de un golpazo la puerta que guarda tu vida y huir? No creo que sea tan fácil.

El lunes tuve un día gris tirando a negro, sin motivo aparente, a veces uno se levanta con la moral baja. Todo ello se acrecentó viendo "Madrileños por el mundo". Cada semana, como en el grupo de Facebook, me pregunto ¿qué coño hago yo aquí? En primer lugar salió una chica que se había realizado como persona en Toulouse. Cantaba en un grupo, actuaba, era feliz. Cerrando el programa, una escultora ex trabajadora de General Motors nos daba un paseo por las chatarras que encuentra a su paso, esas que luego vende por 1500 euros. Tenía un sótano para crear. También era feliz.

Yo intento levantarme cada día con una sonrisa de oreja a oreja. Me he terminado acostumbrando a los madrugones. Me ducho, me visto, desayuno y me marcho para la calle. Subo en el coche y paso esos quince minutos de trayecto escuchando la radio. No quiero pensar en nada. Sólo reirme con lo que se comenta tras las ondas. No malas noticias, no discusiones. Sólo risas. Después, intento pasar la mañana lo mejor que puedo. Hasta que llega la hora de comer. Antes iba a la biblioteca, leía revistas, periódicos, estaba al día. Otros días me iba a la piscina. Relax, calma tras las aguas, sólo ese paseo infinito hasta la otra orilla y yo. Últimamente, con este frío, no me apetece salir. Me tumbo en mi silla y descargo viejas entregas de Saturday Night Live en el ordenador. Sigo de risas. He decidido no sufrir. Continúo con mi rutina diaria hasta las siete. Vuelvo a casa y... descanso.

Así día tras día, es lo que quiero vivir porque me he resignado a no querer cambiar. Es lo único que me agobia. El haberme decidido a seguir haciendo lo mismo cada semana.

Quizá por eso me evado con la fotografía. Puedo contar historias, imaginarme paisajes, recrear espacios, soñar. Momentos que quedan atrapados para siempre en tan solo un click, un disparo a veces certero, otras no tanto.

Ains, felicidad... esa hermosa palabra que muy pocos practican.

lunes, 11 de enero de 2010


Como viene siendo habitual, los días de nieve voy en metro al trabajo. Lo mismo que los fines de semana cuando me acerco al centro. Sin embargo, el ritual es distinto. Por las mañanas se respira otro ambiente. El aire está cargado de prisas, mal humor, pestañas con legañas y bostezos que se van contagiando unos a otros como fichas de dominó. -¿Qué te han traído los Reyes?- se preguntan un par de adolescentes en su camino hacia el instituto. Mientras, un chico pega cabezados, quizá porque aún no se ha recuperado de su fiebre del sábado noche. Ejecutivos con su maletín impecable -que nunca usan- de un lado a otro por el vagón. No hay sitios libres, la gente se agarra a la barra. Y así, estación tras estación, la marabunta condensa el aire. Fuera cero grados, dentro las paredes arden. Sigo de pie, observando el abrir y cerrar de las puertas. Bajo la mirada, no puedo detener una carcajada que viene abriéndose paso. Botas de cowboy de ciudad. Impecable, con su chupa de cuero, se planta ante mí. No puedo dejar de sonreir, me intimida su mirada. -¿Dónde dejaste el caballo?- se preguntan mis neuronas aún afectadas por el madrugón. El metro frena, he llegado a mi destino con el tiempo justo. Au revoir, hasta las siete, luego nos vemos.

lunes, 28 de diciembre de 2009


A tres días para que termine el 2009, acabo de enterarme que la única compañera de trabajo que he tenido en dos años, piensa que soy una idiota. Eso, queridos lectores, da qué pensar. Y, no la culpo. Porque a estas alturas de mi vida, en muchas ocasiones, hasta yo lo sigo pensando.

Ahora que todos sabéis que soy idiota, me gustaría, aprovechando la ocasión, hacer balance de lo que ha supuesto para mí este año. Por un lado, no me gusta pensar en esta fecha como el fin y el comienzo de algo. Año nuevo, vida nueva. Eso dicen. Reunirse todos en torno a los típicos programas de televisión, llevar algo rojo, un vestido de gala, comer las doce uvas, brindar por lo que comienza... todo ello puede parecer una auténtica chorrada supersticiosa. Pero año tras año, seguimos cayendo en la trampa.

Qué queréis que os diga, podría hacer un resumen de mis nocheviejas desde que era una canija. Todas mis nocheviejas desde que empecé a disfrutarla con mis amigos a los 16 años. He pasado por todo. Noches de garrafón, de interminables colas, de chocolate y churros por la mañana, de románticos paseos por Madrid, de hoteles cerca del aeropuerto, de supervivencia intentando encender una chimenea en casas perdidas, de raves en fábricas abandonadas en las que no llegué a entrar y me quedé en el coche, hasta incluso -el año pasado- en un velatorio. Noches que no se olvidan pero que no quiero se vuelvan a repetir. Por eso, este año, cansada de haber pasado 27 nocheviejas en Madrid, mi cuerpo y mi mente me piden que me aleje de todos estos fantasmas. Despedir el año en Amsterdam, puede parecer más de lo mismo pero en otra ciudad. No me importa. Sé que será diferente.

Vaya añito este que se nos va. Me lo quería perder. Yo le llamo "el año de los reencuentros". Gracias a Facebook, no sólo me he reencontrado con viejos amigos -personas que jamás pensé volvería a verlas-, también ha surgido mi reencuentro con la fotografía, esa afición que tenía encerrada en el armario y se negaba a salir. Hubo un punto de inflexión. Por un lado conocer a personas que veían en mis fotos algo más que locuras transitorias. Por otro, animarme a seguir creando gracias a un link sobre lomografía que me envió uno de esos viejos amigos. Y así, poco a poco, sigo en este sueño que sigue creciendo día a día. También ha sido el año en el que he viajado más que nunca. Creo que he perdido la cuenta. El año que por fin conocí Suecia y Noruega. En el curro, he cambiado de oficina y en cierto modo de actividad. Al abrir un nuevo negocio, han surgido nuevos temas y he conocido a mucha más gente. Sigo sin tener piso, sí. Pero no se puede tener todo. No creo que en el 2010 vayan a cambiar mucho las cosas, aunque son 12 meses por delante y nunca se sabe, como no sabía que en este año... ejem, ejem... mejor me callo.

Sean buenos, no se atraganten con las uvas y vivan en paz, es altamente saludable. Os lo desea de corazón, vuestra Gemita.

lunes, 21 de diciembre de 2009



Intento encajar el título en este párrafo y me quedo sin palabras. Será porque es algo que no se puede explicar si no con imágenes bajo la banda sonora de una comedia inglesa. Ayer por la tarde, viendo "Love actually", lloré más que aquel día que la disfruté por primera vez en el cine. No me preguntéis porqué. Con los años me he vuelto cada más sensible. Mis ojos reaccionan a cualquier estímulo ahogándose como un barco tras una terrible tormenta. Pero, no importa. Con dignidad aguanto el chaparrón, la nieve y lo que haga falta. Un mundo sin emoción sería tan triste...

Sigo sin encontrarle hueco a mi título. Quizá en otro capítulo...

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