Si hay un lugar recurrente en mi vida tras volver a España, ese es Cádiz. La conocí hace años en un templado diciembre. Me cautivó su luz, el color de su atardecer, su pescaíto frito, y ese arte que se respira en cada baldosa pisada desde hace siglos. Véjer, Alcalá de los Gazules, Cádiz, Tarifa, Arcos, Barbate y su atún, la fusión, la canción, no hay desilusión.
Mañanas de bruma asomada en los tejados de una habitación con vistas, de camas viscolásticas, de cafés sin manteca, de aquí te pillo aquí te mato mientras el bus se dejaba ver desde San Fernando, de caballos en la playa dejando siluetas que miraban a África, de molinos sin trigo pero dueños de la tierra que pierde frente al mar, de canciones de El Barrio en barrios de casas blancas.
Volví en verano. Conil y su noche. Antiguos corralones que aguardan copas y gente bailando al calor. Sajorami. Anochecer que terminó en aplausos, como un orgasmo esperado que quieres prolongar en el tiempo. Playas en urbanizaciones de ensueño a las cuales se llega tras un paseo. Playas en domingo de sishas tras Barbadillos. De almejas en salsa y cazón en adobo. Amigos borrachos de libertades abrazados a la tristeza.
Volví en Semana Santa. La lluvia se llevó varios momentos. La habitación con vistas seguía intacta. Tostada con aceite y azúcar moreno. El sonido de la trompeta en procesión sonando a Cristo de los Gitanos. Destrono de cueva. Croquetas de rabo de toro. Un último adiós. Un último dormir enlazados. Mentiras que causan agujeros negros en el alma y abren portales que retienen todo menos la esperanza. Un punto final al alba.
Sabina hace dos días. Atardeceres que se pierden en la carretera de camino al faro. Capturar el mar por la noche. Maldecir a las estrellas. Fugaces. No hay deseos. Sólo mojitos de hielo en escamas. Patio donde van a parar las habitaciones de una casa donde se quiso arreglar el mundo con cubatas en vaso prestado. Todo es efímero en horarios flexibles. Y aquí lo dejo, en puntos suspensivos... que aún nos queda Cádiz para rato.
Las playas de Cádiz ofrecen una combinación perfecta: sol, arena y olas impresionantes. Practicar surf aquí es una experiencia única que te permite disfrutar de la naturaleza y la emoción de deslizarte sobre las aguas. ¡Un paraíso acuático para los amantes del deporte y la diversión!
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