lunes, 26 de octubre de 2015

Como muchas veces, los textos que escribo cuando se trata de mirar al interior, surgen de conversaciones con amigos. El post de hoy surgió hablando con mi mejor amiga. Fue una noche, hace unos días, cuando comentando las bodas que ya tenía para 2016 y las peticiones que se estaban acumulando al coincidir con fechas ya contratadas, la conversación se fue encaminando hacia mis sentimientos dentro de esta profesión. 

Dentro de la fotografía de bodas existen varios tipos de fotógrafos, que no de estilos, aunque también y a veces suelen confluir. Están quienes se toman esta profesión como un trabajo más (aunque siempre espero sea extraordinario), donde lo que les importa es tener cubierto un número de bodas al año, que actúan bien su papel, y que no dudo sientan algún que otro gusanillo cada mañana de bodas. Podemos decir que es el fotógrafo de bodas de toda la vida. También el que siendo informático o ingeniero vio que en la fotografía de bodas era una forma digna de ganarse la vida. Aquel que va más hacia conseguir el fotón, que quizá su fotografía refleje puntos de vista más masculinos, más hacia el espectáculo.

Luego están quienes encaminan su fotografía de bodas hacia un tipo de novios concretos. Es decir, están al corriente del tipo de celebraciones que se realizan actualmente, las que están de moda por así decirlo, acuden a seminarios muy concretos y quieren que sus instantáneas reflejen a ese tipo de parejas cuya novia viste con coronitas de flores en la cabeza y los novios llevan pajarita. Ven la naturaleza como su fuente de inspiración y la madera y el hand made como motivos para rellenar los álbumes de hilos conductores. No buscan tanto ese fotón sino que todo lo que cuentan sea homogéneo, tenga un sentido. Aquí entrarían los nuevos fotógrafos de boda, muchos de ellos formados en escuelas de renombre bajo másteres en fotografía documental, más dados al postureo (no siempre ni en todos los casos) y con una fotografía que se antoja más íntima, más femenina.


Y, como en todas las profesiones, de esos dos tipos de fotógrafos surgirán matices, otras líneas de trabajo y otras formas de reconocerlos. Pero hay algo que tiene que ser común a todos. Y es ahí donde quiero expresar lo que siento como fotógrafa de bodas. La conversación con mi amiga me hizo reflexionar sobre algo que los fotógrafos de boda llevamos dentro.

Quien más quien menos se hace una serie de expectativas sobre cómo será la boda, sobre qué fotografía tiene en mente conociendo el lugar de la celebración o lo que tienen preparados los novios. Quien más quien menos se crea imágenes mentales en su cabeza. Las necesita para alimentar a las musas antes de tiempo, para que no les deje colgados justo en esos momentos. Porque no se trata de disparar sin más, se trata de elegir aquello que sea digno de ocupar un espacio en tu tarjeta de memoria, en tu negativo si trabajas en analógico.

Pero esa expectativa lleva a un punto de frustración. Nada se puede controlar en una boda, son los novios y sus actuaciones dentro de la celebración quienes dirigen por donde irán las fotografías, es ahí donde la expectativa finalmente se vuelve contra nosotros para recordarnos que la adrenalina del momento nos tiene que mantener en alerta. Es ese nervio por querer encontrar las fotografías lo que nos hace estar vivos, los que nos permite sentir cuando miramos a través del visor, apretamos y nos damos cuenta que tenemos una imagen que no habíamos imaginado. Imagen que no habíamos imaginado, bonita frase para reflejar lo que sentimos con cada trabajo. Porque todos son especiales, todos nos aportan imágenes felices. Todos nos hacen creer que la fotografía de bodas es mucho más que un trabajo cualquiera. Es algo extraordinario. Porque jugar con el recuerdo de esas parejas que han confiado en nosotros no está permitido. El recuerdo hay que conservarlo y para eso estamos todos los que amamos esta profesión.

Es esa fotografía que surge gracias a nuestra perseverancia, a nuestro instinto y a nuestro ojo formado la que hace esta profesión tan bonita. La que hace que todo esto que hacemos cobre sentido. La que nos hace no querer tirar la toalla y seguir creciendo. La que nos permite ser quien somos. La que nos hace únicos. Y la que hace único un reportaje de bodas. 

Con cariño para todos los fotógrafos de bodas. Y para todas las parejas que confían en nosotros.




1 comentario:

  1. Comparto lo que dices sobre la frustración cuando llegas a casa de la novio o del novio y la luz es horrible o la actitud de la pareja no te permite soltarte con ellos, pero precisamente por eso somos profesionales, para solventar esos problemas y sacar buenas fotos en cualquier situación!

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