lunes, 14 de enero de 2013


De nuevo Segovia en el punto de mira de mi cámara. En concreto el Acueducto. Cuando un monumento ha sido tantas veces fotografiado, es difícil acercarse a él sin temblar, sobre todo cuando tienes la sensación de haber tomado ya una buena foto en las anteriores ocasiones. Dices, -¿ahora qué hago?- Paseas a su alrededor, no ves nada nuevo con lo que poder sorprenderte a ti mismo y al final sucumbes a su encanto fotografiándolo como ya lo habías hecho antes. Eso puede significar dos cosas, o que no has evolucionado en tu manera de mirar, o que tienes una forma tan definida de disparar que te hace tener tu propio sellito.

No sé si estas fotos son buenas o malas. Ayer pensaba que no eran para tanto. Hoy las veo con otros ojos pero tampoco es que esté dando saltos de alegría. Sin embargo aquí están, protagonizando una entrada de mi blog, como si tuvieran más derecho que otras fotografías que he captado últimamente. Inmóviles, sin rechistar, como lo ha estado y está el acueducto después de siglos y siglos.

Es curioso, y no me había dado cuenta hasta ahora, esta selección que al final ha conformado una pequeña serie, atiende a un todo ordenado. Si os fijais, va desde el detalle de uno de los arcos hasta la "gran" toma final donde también aparece parte del aire que tiene a su alrededor. Es una manera de ordenar una serie, a veces funciona, otras es mejor ser anárquicos, romper nuestras propias reglas, si es que algunos las tenemos...

... Y ahí lo dejo.







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