Esto de peregrinar a la Garganta de los Infiernos y Los Pilones en el Valle del Jerte se está convirtiendo en tradición. Sigue siendo unos de los lugares con más encanto de Cáceres. Con estampas espectaculares junto a otras más deliciadas. Todo un deleite visual y un lugar estupendo para un día de campo con el que volver con las pilas cargadas.
El propósito del anterior fin de semana era visitar el Valle del
Jerte, aún sabiendo que el tiempo está retrasando este año la floración
del cerezo. El jueves me acosté a las 3 de las mañana buscando opciones
por la zona y se apareció ante mí la Garganta de los infiernos. Desde
ese momento supe que quería llegar a esas cascadas. Había estado un año
antes en Jerte, el nombre me había atraído, pero el día lluvioso y el no
saber si merecía la pena la caminata, me hicieron olvidarlo.
Un
camino de subida de 3,5 kms entre montañas divisando el paisaje, que en
floración del cerezo debe dejar con la boca abierta, hacen que el
caminante llegue en un estado de estar en el cielo más que en el
infierno. La dificultad es media, pero merece la pena. Al día siguiente
uno se siente renovado.
Otro de los propósitos del fin de semana, aunque éste llevaba muchos años madurando en mi cabeza desde que lo conocí en una revista pero con el tiempo había olvidado su nombre, era Granadilla. En el Valle del Ambroz y situado dentro de un embalse, el paisaje no puede ser más espectacular. Una población medieval que quedó abandonada y que se ha ido restaurando pero conservando ese aire que en su día la hizo ser especial.
Un lugar para recorrerlo a través de la muralla que lo bordea mientras las aguas del embalse nos hacen sentir como en ningún otro lugar sobre la faz de la tierra.
Y de nuevo, Hervás. Os dejo con algunos de sus rincones.