Fin del viaje

Autocar hacia Córdoba en julio de este año, con la luz reflejada en mi cuaderno de notas, presentí que un ciclo de viajes se avecinaban durante el verano. Días antes creí sería una época que pasaría en Madrid encerrada en mi cuarto para sofocar el calor. Agosto lo pasé en la capital, pero no paré. Septiembre empezó en Cádiz, descubriendo lugares increíbles y lamentándome por no haber conocido mejor esa tierra tan espectácular en mis veranos anteriores. Después vino Ibiza y Formentera, lejos del ruido nocturno, me dediqué a disfrutar del mar y sus aguas cristalinas, bañarse allí es como hacerlo en una garrafa de agua mineral, uno se siente libre, en paz. De ahí, cogí mi cámara y me trasladé a Almódovar del Campo. Hice fotos, muchas fotos. Disfruté de las fiestas de otra manera, me propuse reflejar su espíritu en instantáneas. Volví a Madrid, hice la maleta y regresé a Frankfurt. No lo pisaba desde junio. No lo sentí diferente, pero yo sí lo estaba. Me gustó pasear por el calor sorprendente de octubre. Volví a España, hice noche en mi casa y marché de nuevo a Córdoba. Me sumergí en las aguas del Hamman, tomé té, disfruté de buena compañía y retomé mi amor por la lectura en mi viaje de vuelta. Ahora siento que un ciclo se cierra. Toca trabajar, preparar exposiciones, charlas, hacer sesiones de fotos. Me siento animada y con ganas. Ha empezado el otoño y me dejo llevar por las hojas que empiezan a caer, pero son tímidas, este año tardarán en bañar nuestras calles. Quién sabe cuál será mi próximo destino, de momento mi habitación y este rincón desde donde escribo me acompañarán los próximos meses. Después... después... nadie lo sabe.