Susúrrame al oído que me quieres, dime que sin mí no
eres nada. Anoche, viniste a buscarme y llenaste de
luz mi corazón. Después, azotaste mi cuerpo y me
dejaste aquí, postrado en la cama. Ahora mi vida es
sólo un espejismo de sueños, es un río que corre sin
agua por las profundidades de mi garganta seca. Las
horas pasan, pero no se alejan. Yo, ingenuo, nunca
pensé que llegaría a amarte, que enloquecería
pensando cómo abrazarte. Eres una diosa, fría como un
suspiro que se escapa en invierno, pero a la vez
cálida como un beso. Pretendo que esta vez no
escapes. Por eso, vuelve esta noche y lleva mi alma
lejos de este cuerpo sin vida a un lugar donde el
infinito sea el principio de la eternidad.
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