
Una tarde de primavera en Londres, cuando el sol estaba a punto de marcharse, el cielo me brindó uno de esos colores de un azul intenso sólo visto antes en Madrid. A mi paso, el London Eye, dando vueltas a un ritmo lento, pausado. Mi cámara, un único disparo, inmortalizando ese efímero instante donde jamás pasó por mi cabeza que un año después saldría impreso en una revista.
Gracias, always gracias.
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